GRECIA: INMIGRANTES, LLEGÓ LA HORA DEL MIEDO!
La sala de prensa estaba repleta. Todo era ruido de voces, cámaras e instrumental fotográfico; llegadas de última hora con la lengua afuera. Decenas de cabezas, grabadoras y micrófonos abrazaban al líder de la extrema derecha griega, Nikos Mijaloliakos, la noche de su espectacular resultado electoral. Descargó su discurso como quien vacía el cargador sobre un cuerpo ya abatido: “Ha llegado la hora del miedo para los traidores de la
patria”, amenazó. Sus lugartenientes espetaron a los periodistas: "Levantaos, mostrad respeto al líder".
El miedo es el mejor antídoto contra la razón. Si hay miedo, no se piensa. Lo único que importa es salvarse.
La ira y la desesperanza de los griegos por esta larga depresión se volcó el sábado por la noche contra cualquier extranjero vivo que caminase por las calles de Patras. ¿Había un motivo? Claro, siempre lo hay. Siempre hay un detonante. Una persona asesinó a otra. Perdón: un afgano asesinó a una griega. Estos crímenes, nunca son crímenes solamente. Son declaraciones de guerra a los ojos de quienes están exhaustos de desilusión.
Simpatizantes de Amanecer Dorado, armados con cascos y palos,
se unieron a los vecinos que persiguen extranjeros para vengar el asesinato de su chica, de una de los suyos. Todos marcharon hacia una fábrica abandonada donde se hacinan inmigrantes. Los bomberos
también intervenieron para sofocar pequeños fuegos causados
por los ultraderechistas. Al caer la noche, el ambiente se hizo aún más violento. Los
manifestantes cortaron carreteras con barricadas. Hubo fuego, hubo palos, hubo miedo.
De entre banqueros, gestores de fondos de inversión, especuladores, políticos temerosos de perder su empleo, evasores de capital, funcionarios de grandes y fríos conglomerados, burócratas de organismos internacionales, élites y patrimonios locales de diversa procedencia, la extrema derecha elige al extranjero como "traidor a la patria". Una curiosa selección, pero familiar. Curiosa y efectiva, a juzgar por los resultados electorales. Y los resultados sociales: los periodistas, al final, se pusieron de pie.
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