DEARBORN NO ES LUGAR PARA NEGROS
La comisaría de Dearborn amaneció rodeada
de manifestantes. Son afroamericanos. “La vida de un negro no vale nada en América”. Lo dicen hombres y mujeres indignados porque quien mató a Renisha McBride, una chica de 19 años, sigue libre y en su
casa.
Renisha McBride tuvo un accidente con su
coche y como la tragedia es un conjunto de incidentes, su teléfono se quedó
también sin batería. Según la reconstrucción de los hechos, salió conmocionada
del coche e hizo lo que cualquiera hubiera hecho: acercarse al domicilio de
algún vecino a pedir ayuda.
Pero era de madrugada, ella era negra y se acercó al porche de una casa equivocada.
No tuvo oportunidad de pedir nada. Desde el interior le pegaron un balazo en la
cabeza.
"Stand your ground", defiende tu
territorio, es una ley que impera en buena parte de Estados Unidos. Es la ley
que permite disparar contra un intruso. Si alguien intenta entrar en tu casa y sospechas
que eso pone en riesgo tu vida o te puede causar un daño, disparas. Está basada
en un arraigado sentimiento por proteger la posición, lo que es tuyo, sea tu
casa o el banco de la plaza en el que estás sentado. O tu orgullo.
En Dearborn vive mucha gente dispuesta a
defender lo que es suyo. Al fin y al cabo ahí está la cuna del sueño americano.
Es la ciudad de Herny Ford. Ahí se construyó la primera fábrica la Ford Company , en una
granja de 5 hectáreas ,
al sur de la ciudad. En los años gloriosos, en los 50, Dearborn llegó a tener unas 120.000
personas, bastante orgullosos de ser empleados de la mayor fábrica del mundo.
En Dearborn apenas hay negros. De las 95.000
personas que viven en la ciudad, unas 8.000 deben ser afroamericanas.
En su momento pasó por ser una de las
ciudades más racistas de Estados Unidos gracias al incansable trabajo de su
intendente, Orville Hubbard, para que la ciudad se mantuviera limpia de
afroamericanos. Los coches de policía todavía llevan una inscripción que dice
"Keep Dearborn clean" (Mantenga limpia Dearborn, que en la jerga local
se reconoce como "Mantenga blanca Dearborn").
Hubbard gobernó durante 36 años. Era un
hombre gigante, gordo y estaba encantado en su papel de jefe. Lo llamaban el
dictador de Dearborn. En la ciudad lo adoraban. Entre 1942 y 1978 logró
gobernar como un autócrata, sobrevivir a todos los vientos de cambio de los
años 60 y disuadir a los afroamericanos de ir a vivir a la ciudad. Hasta les cobraba más las multas con tal de que se fueran.
Dearborn tiene otra particularidad: en ella está la mezquita más grande de Estados Unidos y cerca de un tercio de sus habitantes son árabes, musulmanes o cristianos. Hay muchas vidrieras con hijabs y velos para las damas, restaurantes libaneses y armenios y la mitad de la cartería de la ciudad debe estar en árabe.Hay polacos, alemanes. Como a Henry Ford le atribuyen un profundo odio a los judios dicen que promocionó la llegada de árabes.
En Detroit casi todos son negros. Los
blancos se han ido de la ciudad como si hubiera sufrido un ataque nuclear. Hay
100.000 casas vacías y miles y miles de apartamentos. El precio de una casa hoy
en Detroit ronda los 18.500 dólares. ¿Quién querría salir al porche y
encontrarse un paisaje desolado de cables y casas en ruinas, vidrios rotos y viejos
negros solitarios caminando sin dirección?
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Edificio en Detroi |
En una época la llamaban la Ciudad del Motor. Tenía dos
millones de habitantes en 1950, pero apenas empadrona hoy a 900.000. Ninguna
ciudad de Estados Unidos perdió población de manera tan rápida como Detroit.
Hoy la familia de McBride entierra a su
hija. “Pedimos paz y justicia cuando nos disponemos a desafiar al sistema para
que detenga al supuesto responsable de este terrible acto”.
En la comisaría de Dearborn la gente pide
que detengan al responsable de la muerte de Renisha. Se sabe que es un hombre de unos cincuenta años,
vecino de la zona. “El hombre le disparó en la cabeza”, dice la tía de Ranisha
en los diarios. “¿Por qué?” ¿Sólo por llamar a su puerta? Si tenía miedo lo
normal es que hubiera llamado a la policía, no que la matara sin más. Fue a
buscar ayuda y ahora está muerta”. Pero él sólo defendió su posición. Se sintió amenazado. Había una intrusa.
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